A la hora de escribir, una de las confusiones más habituales y que más dudas causa, es la que se da entre la ‘ll’ y la ‘y’. Esto es debido a su pronunciación, que es a menudo muy parecido, cuando no indistinguible en aquellos hispanoparlantes ‘yeístas’. Como se puede comprobar, en muchas ocasiones las dudas sobre la ortografía de algunas palabras proceden de la pronunciación distorsionada, similar o directamente incorrecta de estas. Aún así, es inevitable que esto ocurra, ya que este tipo de variaciones en la fonología forman parte intrínseca de la evolución de los idiomas.
Se conoce como ‘yeísmo’ al cambio fonético que se produce cuando se pronuncian de manera idéntica la letra ye (y) y el dígrafo elle o doble ele (ll) /ʎ/, pronunciando ambas como /ʝ̞/ . En otras palabras, es cuando nos encontramos ante un proceso fonológico de confusión de dos fonemas originalmente distintos, que viene causado por la deslateralización de uno de ellos.
El ‘yeísmo ‘ es un fenómeno que se da especialmente, pero no únicamente en el español. Es posible encontrar muestras de ‘yeísmo’ en otras lenguas romances como el italiano, el catalán, el portugués o el gallego.
En contraposición al ‘yeísmo’ existe el llamado ‘lleísmo’. Esto sería tanto el mantenimiento de la pronunciación de la ‘ll’ como /ʎ/, como la pronunciación de la ‘ll’ y de la ‘y’ como /ʎ/.
Aunque en latún existían las grafías ‘y’ y ‘ll’, estas no se pronunciaban como actualmente. Los sonidos que representan hoy en día estos grafemas (los llamamos así ya que la ‘ll’ a día de hoy no se considera una letra) se crearon durante la evolución desde el latín de lo que llegó a ser el castellano.
La evolución del idioma hace que estos dos sonidos, tanto de ‘ll’ como de ‘y’ acaben siendo prácticamente iguales. De hecho, los dos son palatales sonoros. Las diferencias estriban en que que /ʝ/ es fricativa y, sobre todo, que /ʝ/ es central y /ʎ/ es lateral.
Se cree que existía ya ‘yeísmo’ en los siglos X y XI, aunque la documentación confirmada es del siglo XIV. En los siglos siguientes el ‘yeísmo’ fué ganando terreno, y se exportó a Hispanoamérica.
Todo apunta a Andalucía como el germen del ‘yeísmo’, y que desde ahí pasó no solo a América, sino también a la corte, o sea, a Madrid. Aunque la distinción entre /ʝ/ y /ʎ/ seguía resistiéndose a desaparecer gracias a la escolarización y a algunos personajes de los medios de comunicación, la comodidad a la hora de pronunciar del ‘yeísmo’ hacía que este se extendiera como la pólvora.
Al final, la influencia de Madrid, ya yeísta, propagó el fenómeno al resto de la Península Ibérica. Los medios de comunicación que se controlaban desde la capital fueron muy importantes en esta propagación. Además, el ‘yeísmo’ es altamente seductor por la simplificación que supone a la hora de hablar, por lo que no debe extrañar a nadie que las nuevas generaciones de hablantes se dejaran y se dejen persuadir fácilmente.
Cabe decir que existen zonas en las que el ‘yeísmo’ es más pronunciado, mientras que en otras aún se conserva la distinción en la pronunciación. Esto pasa especialmente en las zonas rurales y en muchas zonas bilingües. También hay países de América Latina en los que la distinción entre ‘ll’ y ‘y’ puede notarse. De todos modos, es importante hablar de un fenómeno a tener en cuenta: la sordera fonológica.
Según Nikolái Serguéievich Trubetskói, que además de niño prodigio era un príncipe ruso, la sordera fonológica es un sistema de criba por el cual interpretamos los sonidos de otros idiomas desde el archivo fonológico que hemos creado gracias a nuestra propia lengua materna. Esto nos impide percibir las sutilezas que los nativos de esos idiomas perciben y, por supuesto, pronuncian.
Esta sordera fonológica provocaría que, si hemos nacido y crecido en una zona ‘yeísta’, a pesar de escuchar a alguien pronunciar correctamente la ‘ll’, fuésemos incapaces de detectar la diferencia en la pronunciación, y por tanto, incapaces de imitarlo. Esto supone una incapacidad de reconocer algunos sonidos porque no existen en nuestra lengua materna y nuestro cerebro no los tiene almacenados en su memoria. Por eso muchos hispanohablantes no son capaces de distinguir de la boca de un anglófono ‘boys’ de ‘voice’.
Todo apunta a que esta pronunciación va a terminar imponiéndose, por todo lo explicado. Sin embargo, esto no evitará que debamos seguir escribiendo correctamente. Saber cuándo es necesario escribir ‘ll’ y cuándo escribir ‘y’ implicará, tanto ahora como en el futuro, conocer muy bien la normativa, de modo que podamos escribir siempre de forma correcta sin necesidad de tener que guiarnos por la fonética.
La ‘ll’ es actualmente un dígrafo, aunque fue considerado una letra hasta el año 2010. Hasta ese momento era la decimocuarta letra del alfabeto español y su undécima consonante. Se la conoce como la elle o doble ele, y su plural es elles.
La letra ‘y’ es la vigesimosexta letra del alfabeto español, y la vigesimoquinta del alfabeto latino básico. Se la conoce como i griega o ye, en plural, yes. En 2010 la Real Academia Española recomendó en su Ortografía nombrarla como ye. Esta letra en español representa habitualmente un fonema consonante.